Por: PhD. Rafael Ruiz Calatrava, Presidente del Consejo General de Profesionales en Seguridad y Salud en el Trabajo de España.
Que el mundo está cambiando no lo duda nadie. Y en este cambio y de entre todos los retos a los que se enfrenta la humanidad, el cambio demográfico global es el más predecible y, hasta cierto punto, el más cierto.
A pesar de que ahora sabemos mucho acerca de la escala del reto al que se enfrenta la humanidad debido a asuntos como el cambio climático, la inteligencia artificial y los avances en medicina, los plazos y la naturaleza de dichos retos siguen planteando grandes interrogantes.
Sin embargo, los demógrafos están razonablemente seguros de que nos enfrentamos a grandes cambios en el ritmo de crecimiento de nuestras poblaciones y en su estructura, y sabemos en gran medida cuándo y dónde se van a producir estos cambios.
En este sentido podemos afirmar con relativa certeza que:
• La población global está creciendo más despacio y se estabilizará a lo largo del presente siglo. Entre 1950 y 2018 el crecimiento medio anual fue del 1,6%. En la actualidad, este nivel se sitúa en el 1%. Declinará gradualmente a lo largo del siglo para concluir el siglo en un nivel que tenderá a cero. La población en el planeta se estabilizará en torno a los 11.000 millones.
• Nos hacemos más viejos. El porcentaje de la población por encima de los 65 años de edad pasará del 5% en 1950 al 15% en 2050 y representará un cuarto de la población mundial en 2100.
• A pesar de que son de carácter generalizado, la distribución de estas tendencias varía bastante entre regiones. Según un estudio del Banco Mundial (2016), este envejecimiento está teniendo un impacto importante sobre las economías más pujantes del mundo: hoy por hoy, los países con fuerzas laborales menguantes aportan el 90% del crecimiento económico global. Los principales centros de crecimiento demográfico sostenido se sitúan en el subcontinente indio y el áfrica subsahariana. A esta última región, en concreto, se va a deber más de una cuarta del crecimiento total de la población hasta final de siglo. El porcentaje de la población mundial que vive en países de rentas altas va a descender del 32% en 1950 al 10% en 2050.
Por muy negativos que sean, los datos pasan por alto un elemento de gran importancia: la forma en que las nuevas tecnologías afectan al crecimiento en la economía. Tradicionalmente, el capital y el trabajo son los “factores de producción” que impulsan el crecimiento económico. El crecimiento se produce cuando hay un aumento de capital o trabajo, o bien cuando se utilizan de un modo más eficiente. El crecimiento que resulta de innovaciones y cambios tecnológicos se mide con la Productividad Total de los Factores (PTF). Los economistas siempre han considerado las nuevas tecnologías como un motor de crecimiento por su capacidad de aumentar la PTF. Se trata de una conclusión lógica para las tecnologías a las que estamos acostumbrados. Los grandes avances tecnológicos del último siglo (la electricidad, el ferrocarril y las TI) generaron un enorme aumento de productividad, pero no causaron cambios tan grandes en la mano de obra.
En la actualidad, asistimos a la aparición de una nueva serie de tecnologías transformadoras que se conocen con el nombre de Inteligencia Artificial (IA). Muchos creen que la IA es similar a otros avances tecnológicos. Si fuera así generaría cierto nivel de crecimiento, pero nada revolucionario.
La clave está en pensar en la IA como en un híbrido de capital y trabajo. La IA puede realizar actividades laborales a una velocidad y una escala mucho mayores, o incluso llevar a cabo tareas que serían imposibles para los seres humanos. En algunas áreas tiene la capacidad de aprender con más rapidez que las personas, aunque sin llegar todavía a su nivel de profundidad.
La IA puede adoptar también la forma de capital físico, como robots y máquinas inteligentes. Y, al contrario de lo que ocurre con el capital convencional (como máquinas y edificios), puede mejorar con el tiempo gracias a su capacidad de autoaprendizaje. Gracias a nuestros análisis y modelos, podemos ver lo que ocurre si consideramos que la IA es un nuevo factor de producción y no solo un impulsor de la productividad.
Así la IA con su capacidad para Sentir, Comprender y Actuar (SCA), nos llevará al acceso ilimitado a la capacidad de procesamiento y al crecimiento del Big Data. En un mundo cada vez más digital, el aumento exponencial de datos está llevando a constantes avances en la IA.
Como nuevo factor de producción, la IA abre al menos tres vías importantes hacia el crecimiento. En primer lugar, puede crear una nueva mano de obra virtual; es lo que llamamos “automatización inteligente”. En segundo lugar, la IA puede complementar y enriquecer los conocimientos y capacidades de la actual mano de obra y el capital físico. Por último, y al igual que tecnologías anteriores, la IA puede impulsar innovaciones en la economía.
Con el tiempo, todo ello se convierte en un catalizador de una amplia transformación estructural. Las economías que utilizan la IA no sólo tienen un modo diferente de hacer las cosas, sino que también hacen las cosas diferentes.