Por Alejandro Aldana Pérez / Magíster en química / Bogotá, Colombia / 2020
A inicios del 2020, antes de la llegada del nuevo coronavirus, estalló un escándalo en el país. En un principio, uno podría haber pensado que el resonar del hecho estaba relacionado con temas de narcotráfico, carteles de la contracción, asesinatos de líderes sociales, el proceso de paz, el paramilitarismo, las chuzadas, la polarización, el ESMAD etc. Sin embargo, en esta ocasión la noticia no giraba en torno a los asuntos nombrados arriba. El acontecimiento estaba vinculado con la composición química de un medicamento de origen natural, elaborado a base de extracto de caléndula. De manera sorpresiva, en el amanecer del año veinte del siglo XXI, la química era el epicentro periodístico en Colombia.
A grosso modo, el tema alrededor del fármaco era que este no estaba constituido de forma exclusiva de extracto de caléndula. Este hecho dejaba entredicho su clasificación como producto natural. Según los resultados reportados por los análisis químicos, ejecutados por una universidad pública del país, el medicamento presentaba alto contenido de un activo farmacológico conocido como diclofenaco (Correa, 2020).
En este contexto, la situación en torno a dicho fármaco presentaba dos aristas por esclarecer. La primera de ellas es dejar claro que la presencia del diclofenaco en el fármaco nos conduce hacia el complejo camino de las restricciones relacionadas con los medicamentos tipo AINEs. Es decir, el diclofenaco, según los especialistas del tema, es un activo farmacéutico antiinflamatorio no esteroideo (AINEs), el cual en ciertas personas puede ocasionar episodios de alergias. Y aquí es crucial aclarar que el éxito del medicamento a base de caléndula radica en que este era una alternativa segura para aquellos individuos alérgicos a los AINES.
Lo segundo que quedó en evidencia es que en el imaginario colectivo hay una manía de catalogar a los productos de origen natural como elixires de la curación y la inocuidad. En contraste, esa misma colectividad crucifica toda sustancia de origen sintético. A esto último lo etiquetan como “químico” y lo asocian con peligroso para la salud.
En este orden de ideas, la química no debe asociarse sólo con lo negativo. Es lo mismo que la idea de concebir que la vida solo es tristeza y angustia. En ella también existe la felicidad y el sosiego. De igual manera, la química acoge lo peligroso y lo inocuo. Sin importar el origen sintético o natural de la sustancia.
En este sentido, lo que se pretende probar es que lo natural no siempre implica inocuidad y para demostrarlo vayamos a la época de la antigua Roma. Los romanos se especializaron en el uso de pócimas venenosas. Estas fueron empleadas para aniquilar enemigos y ejecutar suicidios. También, fue la herramienta predilecta para derrocar a sus propios emperadores. El emperador Claudio, según relata la historia, fue asesinado por su esposa Agripina. La mujer aprovechó el gusto de su esposo por los hongos y le dio a comer unas setas venenosas. Las memorias cronológicas cuentan que Claudio no murió de inmediato. De acuerdo con los historiadores, el médico Xenophon introdujo una pluma en la garganta del envenenado, con el objeto de hacerle vomitar el material ponzoñoso. Sin embargo, se conoció que el doctor había untado la pluma con veneno. Finalmente, esta maniobra acabó con la vida del soberano (Cilliers, L., Retief, F. 2014).
La versión expuesta arriba dice que al mandatario romano le suministraron setas venenosas. Se especula que estos hongos estaban relacionados con la Amanita phalloide (la oronja verde). No obstante, los hechos vinculados con la muerte de Claudio no son claros. Esto, debido a que algunos afirman que los hongos fueron envenenados de manera intencional. Independiente de cómo ocurrieron los hechos con relación al veneno, en algo sí están de acuerdo los historiadores: el asesinato se ejecutó con una sustancia proveniente de la naturaleza.
Si la muerte de Claudio estuvo relacionada con la ingesta de oronja verde, ¿cuál fue la molécula causante del envenenamiento? La respuesta a este interrogante fue resuelta muchos años después de la era romana, por los químicos alemanes Wieland y Linen. Ellos lograron extraer de este hongo la sustancia conocida como la faloidina, que es una micotoxina que inhibe la síntesis proteica en las células del hígado. Esto trae como consecuencia una falla hepática irreversible (Kouznetsov, 1998).
El caso de Claudio no fue el único asesinato cometido vinculado con productos de origen natural. Los hechos criminales de los romanos, con relación al empleo de sustancias venenosas, es vasto. Por ejemplo, se conoce que el filósofo Séneca fue inducido al suicidio por Nerón. La vía empleada fue la ingesta de cicuta. También se dice que el emperador Tito fue envenenado por su hermano menor con un molusco ponzoñoso. Asimismo, durante la antigua Roma, se cometieron crímenes ejecutados por mujeres diestras en la extracción de sustancias tóxicas de origen natural. Las más famosas fueron: Locusta, Martina y Canidia (Cilliers, L., Retief, F. 2014).
En síntesis, en el apogeo del imperio romano, la naturaleza era la despensa química de la cual ellos echaban mano. En los sucesos anteriores, la muerte fue propiciada por sustancias letales de origen natural. Esto demuestra que no todo lo suministrado por la “pachamama” es inocuo.
Por otra parte, a veces olvidamos que, durante toda nuestra existencia, llevamos a cuesta un extraordinario laboratorio de química conocido como el cuerpo humano. Este artefacto, para mantenerse vivo, se rige por procesos metabólicos y fisiológicos. Cuando hay alguna alteración en ese reactor químico natural, la ciencia médica entra en escena para tratar de restaurar el orden. Y esa labor es ejecutada con sustancias de origen natural o sintético. Es decir, la medicina recurre a los químicos.
Finalmente, tal vez sea necesario apelar a la definición de la química para dejar claro este asunto. De tantas que hay, creo que la mejor de ellas, por su sencillez, fue hecha por un historiador, su nombre Yuval Noah Harari. Para él, esta ciencia se define de la siguiente manera: “(…) unos 300.000 años después de su aparición, materia y energía empezaron a conglutinarse en estructuras complejas, llamadas átomos, que después se combinaron en moléculas. El relato de los átomos, las moléculas y sus interacciones se llama química”. (Noah,2014). En la definición del escritor de la trilogía de Animales a dioses, Homo deus y 21 lecciones del siglo XXI no se emplean las etiquetas de natural o sintético. En este orden de ideas, no se convierta en un inquisidor que quema a mansalva todo aquello que se catalogue como sintético. No coma cuento, lo natural no siempre implica inocuidad o milagro. Asimismo, lo producido de forma artificial no necesariamente es el acabose. Las sustancias naturales y sintéticas son químicos y punto. Bajo esa mirada, el oficio de la inquisición déjeselo a los mercaderes de la pseudociencia. Esos mismos que venden humo mediante el uso del eslogan: “medicina sin químicos”.
Bibliografía
- Correa, P. (2020). El ingrediente oculto del Dololed: ¿un fármaco 100 % natural? enero 20, 2020, de El Espectador Sitio web: https://www.elespectador.com/noticias/salud/el-ingrediente-oculto-del-dololed-un-farmaco-100-natural-articulo-900409
- Cilliers, L., Retief, F. (2014). Chapter 12 Poisons, poisoners, and poisoning in ancient Rome. En History of Toxicology and Environmental Health(127-135). Londres: Elsevier Inc
- Kouznetsov, V. (1998). Defensa química en la naturaleza. Bucaramanga, Colombia: Ediciones UIS.
- Noah, Y. (2014). De animales a dioses. Bogotá, Colombia: Penguin Random House.