Algún día, el COVID-19 quedará atrás. Mientras tanto, ciudadanos, gobiernos, bancos de desarrollo, centros de pensamiento, gerentes de empresas, medios de comunicación, y muchas personas nos preguntamos: ¿cómo prepararnos para un futuro mejor? Y es que un futuro mejor no puede simplemente imitar el mundo anterior a la pandemia. Si algo ha revelado esta crisis, es cómo las desigualdades socioeconómicas hacen que algunos países sean más vulnerables a los impactos ambientales (y no se equivoquen: esta pandemia tiene un origen ambiental). En este artículo explicamos por qué las estrategias climáticas son esenciales para alcanzar mejores condiciones laborales (y por qué usamos una ilustración de unas hormigas).
¿Qué tienen en común el COVID-19 y el cambio climático?
Muchas personas en América Latina y el Caribe tienen un trabajo informal. La informalidad, a menudo, significa no tener acceso a protección social ni a servicios de salud, enfrentar condiciones duras de trabajo, y vivir en pobreza. Este es el caso de los vendedores ambulantes y los trabajadores de la construcción, quienes no tienen la facilidad de trabajar desde casa mientras se mantengan las medidas de confinamiento. Como trabajadores autónomos, cada día que no pueden trabajar es un día que no llevan dinero a casa.
Las mismas desigualdades que hicieron a nuestra región vulnerable al COVID-19 la hacen vulnerable al cambio climático. Por ejemplo, con el aumento de las temperaturas vienen olas de calor más frecuentes e intensas, y cuando hace demasiado calor los trabajadores deben reducir la velocidad o dejar de trabajar por completo. Los más afectados son los que trabajan al aire libre, incluidos los mismos vendedores ambulantes y trabajadores de la construcción que mencionábamos en el párrafo de arriba. El equivalente a 2,5 millones de puestos de trabajo podría perderse debido al estrés por calor en la región para 2030.
Las mismas desigualdades que hicieron a nuestra región vulnerable al COVID-19 la hacen vulnerable al cambio climático.
Todo esto apunta a que se necesita un cambio. Para detener el cambio climático, los gobiernos de todo el mundo están transformando sus sistemas de alimentación, energía y transporte para alcanzar cero emisiones netas para 2050. Los pilares básicos de una economía libre de carbono son la energía renovable (para reemplazar el gas natural, el diesel y el carbón); la electromovilidad (para eliminar el consumo de gasolina); el transporte público, los barrios transitables y el teletrabajo (para reducir la dependencia del transporte privado); y el cambio en las dietas (para liberar tierras y revertir la deforestación). ¿Pueden los países hacer todo esto al tiempo que crean empleos de calidad?
Empresas, trabajadores y gobierno unidos para construir un futuro mejor
Los gobiernos deberán tomar dos pasos clave para vincular el cambio climático y los objetivos de recuperación socioeconómica. Primero, deberán mitigar los impactos de la eliminación gradual de las actividades contaminantes. Chile, por ejemplo, tiene el objetivo de cerrar todas las centrales eléctricas de carbón para 2040. Sin embargo, más de 4000 chilenos trabajan en estas plantas, que en algunas ciudades emplean hasta el 8% de la mano de obra local. Para gestionar los impactos sociales del cierre de las centrales de carbón, el Gobierno ha convocado discusiones con todos los grupos de interés afectados.
Los gobiernos deberán mitigar los impactos de la eliminación gradual de las actividades contaminantes.
Otros países han implementado enfoques similares. El Plan del Carbono de España, un acuerdo entre el Gobierno y los sindicatos para eliminar gradualmente la minería de carbón, financia la jubilación anticipada para los mineros de mayor edad, indemnizaciones por despido para los más jóvenes, e inversiones para mejorar la calidad de vida y crear nuevas oportunidades de empleo en las comunidades mineras. De manera similar, en la región del Ruhr en Alemania se desarrolló una estrategia para ayudar a los trabajadores de las minas de carbón a encontrar nuevos empleos, comparando sus habilidades con las necesidades de empresas locales en otras industrias para facilitar la reasignación.
La otra cara de la moneda es garantizar que las actividades desarrolladas durante la transición hacia una economía más limpia proporcionen empleos de calidad. Por ejemplo, para 2030 se pueden crear más de 19 millones de puestos de trabajo en la agricultura basada en plantas. Pero la vida rural se enfrenta a sus propios desafíos, incluyendo el hecho de que los agricultores están particularmente expuestos al estrés por calor. Para solucionar este problema, países como Costa Rica tienen regulaciones que requieren que los empleadores proporcionen sombra, agua, descansos y ropa protectora para los trabajadores agrícolas. La toma de decisiones inclusiva también ayuda: incorporar la visión de los trabajadores al decidir cómo se organiza la jornada laboral, por ejemplo, es una forma de garantizar que se escuchen sus preocupaciones y se mitiguen los riesgos.
La otra cara de la moneda es garantizar que las actividades desarrolladas durante la transición hacia una economía más limpia proporcionen empleos de calidad.
Estos ejemplos proporcionan una receta más amplia para crear buenos empleos durante la transición. Primero, es necesario identificar qué actividades económicas deben eliminarse y cuáles deben impulsarse. En segundo lugar, hace falta ayudar a los trabajadores y a las comunidades que se ven afectadas negativamente en este proceso. En tercer lugar, deben evaluarse los desafíos sociales actuales en los sectores emergentes y trabajar en un plan para resolverlos.
Una economía libre de carbono, más inclusiva y más próspera
Un futuro libre de carbono viene con la promesa de una mejor economía. Gracias al tremendo progreso técnico, la energía renovable es ahora la fuente de electricidad más barata de la historia. Mejores sistemas de transporte se amortizarán por sí mismos al reducir la congestión, los accidentes y la contaminación del aire. Las dietas que dependen menos de la carne roja son más saludables. Los bosques conservados (y también los recién sembrados) brindan muchos servicios ecosistémicos, incluyendo la conservación de la biodiversidad y la atracción de turistas. La clave para aprovechar estos beneficios potenciales y lograr una economía libre de carbono verdaderamente inclusiva es construir planes climáticos basados en el diálogo social, a partir de aportes coordinados del Gobierno, la sociedad civil, las empresas y los trabajadores.
De ahí las hormigas.