Por: Ana María Ocampo Gómez, Ángel Eduardo Camacho y Javier Mauricio Cardozo / Responsabilidad Integral Colombia / Marzo de 2020
La economía circular es un nuevo paradigma económico que pretende cambiar la manera actual en la que las compañías obtienen ganancias; es decir, la forma insostenible de diseñar productos, muchos de ellos intencionalmente con una vida útil muy corta para obligar a los consumidores a que los compren con mayor frecuencia, los cuales, una vez utilizados y descartados, son en su gran mayoría, dispuestos o eliminados sin que puedan ser aprovechados y retornados a los procesos productivos.
La industria química juega un papel fundamental en la implementación de los modelos de negocios de suministro circular y de recuperación de recursos, y en colaboración con otras industrias, será un catalizador que permitirá avanzar principalmente en el desarrollo de tecnologías orientadas a (i) la producción de materiales y productos de origen biológico (bio-basados), usando mejor las materias primas de biomasa que requieran tierras e insumos limitados para su producción; (ii) la recuperación y readaptación de los químicos utilizados en la fabricación de productos, de tal forma que se desintegren los materiales descartados en sus componentes químicos básicos, para extender su vida útil y crear valor adicional para estas moléculas como materias primas – reciclaje químico – que pueden manufacturarse en nuevos productos o apoyar nuevos usos industriales; e (iii) innovaciones que permitan aumentar las tasas de reutilización, readaptación y reciclaje de envases y empaques plásticos (ICCA, 2019).
Sin embargo, las sustancias químicas peligrosas, usadas en elaboración de artículos y productos, son finalmente ingredientes comunes que están presentes en todo tipo de materiales; de este modo, son altas las posibilidades de que dichas sustancias terminen incorporadas en los productos manufacturados con materiales reciclados. Este hecho hace que sea prácticamente imposible el crecimiento del mercado de materiales reciclados, puesto que la pobre transparencia en los mercados de materias primas secundarias y la poca o nula trazabilidad que se le puede establecer a estos materiales, hace que las marcas químicamente progresivas limiten la reutilización o reciclaje de estos materiales en nuevos productos (CHEMSEC, 2019).
Dada la connotación que tienen las sustancias químicas peligrosas es importante analizar la respuesta que se ha dado al ordenamiento jurídico que regula las actividades de la economía circular, de tal forma que se viabilice, de manera apropiada y protegiendo la salud de las personas y el ambiente, la implementación de las nuevas tecnologías de tratamiento de los residuos para su aprovechamiento y la circulación de subproductos y residuos primarios y secundarios en la industria nacional. Por este motivo, es importante dar claridad en los conceptos y definir claramente los roles de las entidades en relación con términos como residuo, subproducto, desperdicio, basura y desecho; lo anterior, dado que en el ordenamiento jurídico colombiano, aún existen vacíos normativos alrededor de estos temas. Es por ello, que consideramos necesario tener en cuenta los puntos mencionados en el desarrollo normativo futuro, tal forma que los términos se entiendan y usen correctamente para identificar objetivamente, y no a criterio subjetivo o exclusivo del generador, las corrientes de materiales residuales aprovechables, que se pueden reincorporar a los circuitos industriales, de aquellas que definitivamente se debe proceder a su eliminación.
Respecto a los residuos peligrosos, Colombia cuenta con política y una normativa de vanguardia y se ha avanzado en desarrollar las responsabilidades de todos los actores de la cadena de valor de la gestión (generadores, productores, transportadores y los gestores de los residuos), así como en materia de instrumentos de gestión, vigilancia y control de los mismos.
Sin embargo, la gestión de estos residuos ha estado enfocada principalmente hacia su eliminación y por ello surge ahora, con el advenimiento de la economía circular, la oportunidad de aprovechar diversas corrientes de residuos, no sin antes superar algunas barreras normativas y logísticas, puesto que no es dable, por su naturaleza de peligrosidad, aplicarles las mismas estrategias de aprovechamiento de los residuos sólidos comunes y, en consecuencia, se trata de políticas públicas y desarrollos normativos que distan sustancialmente unas de otras.
En este sentido, de parte del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible se menciona que, en efecto, la Política ambiental para la gestión integral de residuos o desechos peligrosos promulgada en el año 2005, cuyo plan de acción finalizó en 2018, así como los desarrollos normativos correspondientes (Decreto 4741 de 2005 y otros), surgieron con la finalidad de atacar la problemática existente en el país, en su momento ciertamente grave, relacionada con el manejo y disposición inadecuada de los residuos peligrosos. Este hecho generaba afectaciones a la salud y al ambiente al carecer el país de instrumentos de gestión y control ambiental para manejar, de manera ambientalmente segura, los residuos peligrosos. Tanto la política como la normativa formulada brindaron orientación y plantearon lineamientos específicos, que las autoridades ambientales y demás actores debían promover y desarrollar, con el fin de prevenir y minimizar los riesgos sobre la salud humana y el ambiente, contribuyendo además al desarrollo sostenible.
De esta forma, se ha logrado el desarrollo e implementación de programas e instrumentos importantes que han fortalecido la gestión
integral de residuos peligrosos, priorizando la minimización mediante la prevención de la generación, así como fomentando el aprovechamiento y la valorización. Así mismo se ha avanzado en la implementación de los compromisos internacionales relacionados con sustancias y residuos peligrosos (Convenio de Viena y el Protocolo de Montreal, el Convenio de Basilea sobre el Control del Movimiento Transfronterizo de Desechos Peligrosos y su Eliminación y el Convenio de Estocolmo sobre los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP)). También, se ha incrementado sustancialmente la oferta de servicios (empresas gestoras) para el manejo seguro de residuos peligrosos y fomentado la implementación la responsabilidad extendida del productor a
través de los planes de devolución de los productos posconsumo con características peligrosas (baterías usadas de plomo ácido, de
fármacos o medicamentos vencidos, envases de plaguicidas, bombillas fluorescentes, pilas y acumuladores).
Es importante mencionar que, a la fecha presente, se adelanta en la formulación de una nueva política para la gestión de los residuos peligrosos, teniendo en cuenta las experiencias y las lecciones aprendidas en el transcurso de aplicación de la política actual.
La incursión de la industria química en la economía circular no ha sido fácil dada la peligrosidad intrínseca de muchas de las sustancias químicas presentes en artículos y productos y por cuenta del cumplimiento de la regulación en materia del manejo de los residuos que contengan dichas sustancias químicas peligrosas, tanto en el ámbito nacional, como en el internacional en razón a los convenios y tratados como el de Basilea. Si bien, los esfuerzos del Gobierno Nacional en términos de políticas y regulación están bien encaminados a facilitar la circulación de las sustancias químicas en la economía del país, aún falta mayor apropiación tecnológica, investigación aplicada, desarrollo experimental y financiación, a través de inversión pública y privada, para alcanzar unos logros significativos en la materia.
Así, se espera que en la reformulación de la Estrategia Nacional de Economía Circular, el Gobierno Nacional subsane, de alguna forma, las falencias aun presentes y permita rebasar las barreras regulatorias que impiden esa circulación más libre de las sustancias químicas en los ciclos productivos.
De otra parte, se requiere que toda la cadena de suministro y de valor de la industria química se articule en pro de la circulación de las sustancias químicas. Se ha evidenciado, en particular en la cadena de los plásticos, la falta de interconexión (networking) entre proveedores y receptores de tal forma que el poseedor de un residuo conozca a quién y de qué forma le puede servir sus residuos, y a su vez, una industria que conozca quien puede tener una materia prima sustitutiva a partir de un residuo o subproducto industrial.
Es por lo tanto necesario que la industria química identifique y caracterice físico- químicamente las corrientes residuales de sus procesos, a fin de determinar las condiciones de gestión o de aprovechamiento de las mismas, puesto que, en muchos casos, el tratamiento actual consiste en la incineración o el confinamiento en celdas de seguridad, sin que se evalúe, con el apoyo de los proveedores de las materias primas de los procesos, su real grado de aprovechamiento.
Además, la caracterización de las materias primas químicas recuperadas es primordial para conocer los posibles impactos al ambiente y la salud por su incorporación en productos que están en contacto directo con las personas, como es el caso del contenido de Compuestos Orgánicos Volátiles (VOC). Entonces, el conocimiento a profundidad tanto de materiales peligrosos como no peligrosos utilizados en la industria química, permitirá realizar la trazabilidad necesaria para un uso seguro y aprovechamiento de los mismos en toda la cadena de suministro, incluyendo lógicamente los flujos circulares aguas arriba, de tal forma que, no se generen afectaciones o daños ambientales mayores a los ya derivados de su generación y tratamiento final.
De lo anterior, se anota que para llevar la trazabilidad de las sustancias químicas se requiere de fuertes inversiones por parte de la industria para fortalecer la infraestructura de ciencia y tecnología, para el conocimiento de las sustancias y los materiales, lo cual incluye, especialmente, la existencia de laboratorios confiables especializados que realicen las caracterizaciones requeridas; actualmente, en algunos casos, no se cuenta con dicha infraestructura de laboratorios en el país.
Para llevar a cabo el reciclaje, mediante la incorporación de sustancias químicas o materiales recuperados, se requiere de asegurar que la cadena de suministro sea absolutamente fiable y se proporcionen los volúmenes en cantidades suficientes y constantes y con la calidad requerida. De lo contario, es un riesgo para la industria química realizar una propuesta de valor de sus productos con materias primas recuperadas, con toda la inversión que ello demanda en cuanto a investigación y desarrollo, cambios en los procesos y demás ajustes del desarrollo del producto que se requieran.
Ahora, frente a la particularidad de la industria química de poder llevar a cabo estrategias de economía circular a niveles de los elementos primarios constitutivos de las sustancias químicas, es decir, la “circularidad de las moléculas”, surge la inquietud de saber si el país y la industria química están preparadas para llevar a cabo este nuevo concepto del reciclaje. Se destaca que en Colombia ya hay empresas de la industria química que están realizando exitosamente el reciclaje químico de polímeros, la cual, es una forma muy eficiente de circular los materiales en la economía pues se aprovechan las moléculas en sí mismas, evitando la fabricación de nuevas moléculas. Es el caso de los plásticos, que tendrían un potencial de reciclaje del 50% al 2030, según estudios internacionales, la mitad de ese flujo iría a reciclaje químico. Así mismo, hay muchas otras industrias pensando en el reciclaje químico como un imperativo no solo por la responsabilidad social y ambiental que esto representa para la industria, sino también, porque es una realidad del mercado y de inversión, tanto local como extranjera, en el desarrollo de nuevos productos más sostenibles, lo cual representa una gran oportunidad para el desarrollo de la industria química colombiana.
Considerando todos estos aspectos, es importante invitar a las empresas de la industria química colombiana a que piensen y actúen no de forma individual, sino como sector, en conjunto y con visión sistémica, en el entendido de que la economía circular invita a ver los procesos de cada una de las empresas de forma interdependiente entre sí, de una empresa con las demás empresas del sector y entre diferentes sectores industriales. De la experiencia con el sector de los plásticos se comprendió, que el momento histórico en el desarrollo económico que marca la economía circular, exige de la industria una mirada holística e integral de los procesos que permita mantener los flujos de materiales en el circuito industrial, disminuir al máximo la generación de residuos y hacer eficiente el uso de la energía y de los recursos naturales escasos, para lo cual se requiere de la unión de esfuerzos y recursos, especialmente en las empresas que tienen cercanía geográfica, y así lograr una verdadera sinergia industrial.
De otra parte, la industria química debe pensar “fuera de la caja”, es decir, más allá del modelo lineal de producción y consumo, y empezando por las posibilidades de aprovechamiento y circularidad de los recursos y materiales residuales al interior de los procesos propios de cada compañía, lo cual sería una alternativa frente a las limitaciones que la regulación impone, tales como, permisos o autorizaciones para exportar algunos flujos de materiales y subproductos hacia procesos en otras compañías. En este caso, alternativas de reutilización, readaptación, reciclaje o diseño de nuevos productos, con incorporación de materiales residuales, podrían funcionar en este contexto, ciertamente limitado por la normativa vigente. Para esto, las empresas deben invertir en estructuras colaborativas y disruptivas de innovación que cuenten con el tiempo y los recursos necesarios para pensar y diseñar modelos de negocios nuevos y circulares, con la participación y colaboración de actores externos como el gobierno, asociaciones gremiales, e incluso competidores.